En el siglo XV empezaron las exploraciones en el norte de América pero hasta 1578 comenzó la colonización inglesa en la costa este de Norteamérica.
La primera colonia fue Jamestown (Virginia), después se formaron otras doce: New Hampshire, Massachussets, Rhode Island, Connecticut, Nueva York, Nueva Jersey, Pennsylvania, Delaware, Maryland, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia.
Algunas fueron fundadas por hombres y mujeres que huían de las persecuciones religiosas, otras fueron creadas por compañías comerciales y algunas más por la corona de la Gran Bretaña. Sus pobladores eran ingleses, irlandeses, holandeses y alemanes.
Los colonos americanos reconocían la autoridad del monarca inglés pero eran bastante autónomos pues organizaban asambleas y parlamentos para tomar las decisiones políticas y económicas importantes.
Al llegar el siglo XVIII, la población de las colonias inglesas de Norteamérica se incrementó, aumentando la producción y el comercio en aquellos territorios. Ante ello, para mantener el control sobre las posesiones coloniales, el Parlamento inglés impuso nuevas leyes de comercio y navegación que obligaban a los colonos a transportar todos sus productos en barcos ingleses. Además, buscando frenar el crecimiento económico colonial, el parlamento prohibió la apertura de nuevas fábricas en las colonias, limitó la utilización del hierro y prohibió la construcción de otros hornos. Todo ello generó gran descontento.
En 1765 las cosas empeoraron porque el gobierno inglés de Jorge III aumentó los impuestos al azúcar, el vino, la seda, el lino y los timbres, pero sobre todo, cuando el monarca estableció el impuesto al té.
Por otro lado, la Ley de Alojamiento obligó a las colonias a alojar y alimentar a los soldados británicos y la Ley de Estampillas indicaba que debían pegarse a todos los periódicos, folletos y documentos. Ello molestó a los colonos porque pensaron que se dificultaría el comercio y que las tropas británicas aplastarían sus libertades.
Así, los comerciantes se negaron a vender productos ingleses y a comprar estampillas.
Jorge III decidió eliminar todos los impuestos excepto el del té, pero en1773 un grupo de colonos abordaron buques británicos en Boston y arrojaron al agua 342 sacos de té. El gobierno de Jorge III cerró el puerto de Boston y exigió el pago de la mercancía. La independencia del gobierno colonial, de Massachusetts fue restringida y se enviaron más soldados británicos al puerto de Boston.
En 1774 las Trece Colonias, organizaron el Primer Congreso Continental en Filadelfia y ahí redactaron la Declaración de Derechos. Los colonos prometieron respetar al rey en caso de guerra, pero establecieron que no se someterían al Parlamento. Así inició la Guerra de Independencia.
Las primeras batallas se libraron en Massachussets. Entre los colonos, estaban los “patriotas” que lucharon desde un principio por la independencia absoluta de la Gran Bretaña; otros, los “legalistas” prefirieron aliarse a los británicos y pelear por continuar siendo súbditos de la Monarquía inglesa.
El jefe de los ejércitos independentistas fue George Washington. La guerra la comenzó ganando Inglaterra, pero ello cambió tras la batalla de Saratoga, primera gran victoria colonial, pues Francia y España entraron a la guerra apoyando a los independentistas norteamericanos pues les interesaba debilitar a los ingleses.
El 4 de julio de 1776 Tomas Jefferson redactó la Declaración de Independencia, en la ciudad de Filadelfia donde proclamaron los principios de libertad, igualdad y fraternidad.
Después de siete años de guerra, en 1783, Gran Bretaña tuvo que reconocer la independencia de las Trece Colonias, con la firma del Tratado de París.
Cabe aclarar, que la guerra no fue fácil pues el ejército de George Washington carecía de todo, estaba desorganizado, sin armas, sin pólvora y sin provisiones, pero adquirió disciplina. Los regimientos ingleses en cambio, tenían todo pero no luchaban por su tierra y su moral estaba por los suelos.